En primer lugar, yo no existo. El concepto de un ser de 13.7 mil millones años de edad, capaz de crear todo el universo y sus miles de millones de galaxias, vigilando al mismo tiempo los pensamientos y las acciones de los 7 mil millones de seres humanos en este planeta es absurdo. Que les crezca un cerebro. En segundo lugar, si lo hiciera, les habría dejado un libro un poco más consistente, atemporal y verificable de manera independiente que la colección de la mitología de Oriente Medio de la Edad de Hierro que llaman Biblia.
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