El que estas mujeres sean “voluntarias” no hace más ético el estudio. Su voluntariedad está basada en una creencia ciega en la tecnología médica, y no en la razón y la crítica. Parten de la creencia mística generalizada de la inocuidad de fármacos como las estatinas. Si algo de humanidad quedara en nuestra profesión, se levantarían voces en contra de la experimentación biomédica innecesaria y perjudicial sobre seres humanos.
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