Ha llegado. Está aquí. Creíamos que íbamos a poder controlarlo. Que íbamos a sobreponernos, que teníamos límites éticos, que al final triunfaría la información sobre el marketing en el mundo social. Pero no, el odio ha venido para quedarse. Ha roto derechos, marcado fronteras y desprotegido a todo un colectivo (esto si pensamos que alguna vez supimos protegerles). Pero, sobre todo, ha tatuado en la cara de la necesidad un término cargado de odio, de “sin recursos”, de “sin respuestas” de “sin valor”.
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