«Cuando llegué me explicaron la situación y me acerqué. Fue receptivo ante mi presencia y le pregunté si le dolían las piernas, si tenía frío y si quería beber algo», comenta Pozo, quien logró que el hombre entablara una conversación telefónica con su mujer: «Hubo un momento de nerviosismo porque al hablar por teléfono se balanceaba y pensábamos que caía. Fue entonces cuando me acerqué y pude agarrarle del brazo para bajarlo».
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