Jon Ritman trabajaba reparando televisores en los años 80 hasta que descubrió que su afición, programar en 8 bits, empezaba a convertirse en un negocio. Dio el salto de dejar el trabajo para crear videojuegos y logró, con cada uno, ganar lo mismo que en un año en la tienda. Su joya más recordada es Match Day, una saga de dos entregas sobre fútbol, deporte que no le interesaba lo más mínimo. Como dijo en RetroMadrid en 2018, nunca vería un partido. Ahora, logró pagarse un piso con un videojuego que fue superventas y superpirateo de casetes.
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