Vivir la Mascletà de Valencia es presenciar un estruendo único. Cinco minutos frenéticos de música hecha con explosiones. Cinco minutos capaces de reunir a 50.000 almas para sentir su propio cuerpo. Un espectáculo que nace y crece en fábricas escondidas entre naranjos, de la mente de un pirotécnico y los dedos de un operario que cierra petardos con mecánica artesanía, uno tras otro.
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