A una minoría intransigente –un cierto tipo de minorías intransigentes– le basta alcanzar un nivel muy pequeño, digamos el tres o cuatro por ciento de la población total, para que toda la población tenga que someterse a sus preferencias. Además, con el dominio de la minoría aparece una ilusión óptica: un observador ingenuo tendría la impresión de que las elecciones y preferencias son de la mayoría.
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