Nunca habría hallado esa sublime sensación si no hubiera seguido la senda de la destrucción. Tan típicamente humana. Ni ñoñerías ni ética de las narices. El placer de hallarse en la cúspide. Ahora que por fin había demostrado que era el más poderoso. Ahora que nadie le creería. Y ese fue el tremendo error, pues estaba solo.
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