Antonio tenía enemigos peligrosos. Al cura y a algunos moralistas no le gustaba que el maestro no se dejase ver por la iglesia y no fuera a misa. Tampoco a los caciques de la zona les hacía gracias que les hablara a los niños de igualdad o de libertad. En el tiempo en el que permaneció encarcelado fue objeto del sadismo de los falangistas del pueblo que, con saña, le sometieron a torturas, le arrancaron los dientes y en un coche descapotable, le pasearon desnudo por Briviesca para servir de mofa, además de escarmiento.
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