Feijoó y Abascal parecen en estado de shock. Uno, se veía en la Moncloa; el otro, se veía junto al uno, y con Vox hecho cuartel y sacristía. Ninguno tiene el Poder que pensó, pero los dos tienen algo más importante: defender a su país de sus enemigos y a sus once millones de votantes del intento de expulsarlos de la vida pública. Si unos siguen soñando con el PNV y el eterno giro al centro, y otros con Hungría y la quema de periodistas molestos, estarán idénticamente muertos y nos llevan a la fosa.
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