Las clases pudientes siempre se aislaron del resto de la sociedad; pero quizás nunca fueron tantas las personas que construyeron sus reinos de taifas en torno a palacios rodeados de discretas alambradas de seguridad. Las nuevas tecnologías y la exageración por el miedo hace que muchas de ellas se rodeen de bunkers, sistemas de alarma, trajes antibalas, coches blindados y transporte aéreo de seguridad. Todo ello, bajo la supervisión de seguridad privada -eufemismo para llamar a lo que siempre se ha denominado mercenarios a sueldo-.
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