El que estaba de frente a la puerta, al verlos entrar se puso pálido y automáticamente guardó la estrella de David que llevaba en su cuello escondiendo la figura dentro de su sweter. El que estaba a mi lado, sin saber el motivo hizo lo mismo, miró de reojo la puerta y por varios minutos en la mesa no se habló, solo se escuchaba el silencio.
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