Primero llegaban los metatores, encargados de elegir el lugar idóneo. Luego, los mensores, que realizaban las mediciones exactas. Finalmente, los centuriones, que supervisaban que soldados y reclutas supieran trasladar las medidas al terreno. Así se montaban las tiendas y poco a poco se levantaban las defensas del campamento. Allí los legionarios de Roma aprenderían a atrincherarse, a excavar fosos, a elevar terraplenes, empalizadas, trazar esquinas de ángulos redondeados y accesos. Todo formaba parte de su formación y disciplina castrense.
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