De los creadores del “yo no soy racista, pero…”, “yo no soy machista, pero…” o del clásico “si yo tengo muchos amigos gays, pero…” encontramos, de un tiempo a esta parte, fuertemente instalado en las conversaciones de cuñado y en las opiniones de un euro, el consabido “a mí no me parece mal que los homosexuales se casen, pero que no lo llamen matrimonio.”
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