Por aquel entonces, “cuando aún se podía” Cristóbal y sus compañeros solían visitar a Paco El Joyas todos los viernes a la salida del trabajo. Paco, que tenía menos joyas que deudas a sus espaldas, era el gerente de un humilde bar cercano al parque empresarial de la localidad jienense de Linares. “Nos reuníamos allí, con los amigos, a gastar hígado y dinero”, apunta Cristóbal. Eso era antes del desastre. Hoy, aquella tasca no es más que un sucio local abandonado, y apenas quedan trabajadores en las fábricas de los alrededores.
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