Han dejado sueltos a cinco condenados por abuso sexual (recordemos que ni siquiera los catalogaron de agresores), que no sólo han sido y son un peligro para las mujeres con las que se encuentren, sino también para las mujeres de su entorno. Y aunque éstas últimas estén muy lejos de denunciarlos, no es motivo para que la Justicia se los metan de puertas para adentro. Ha quedado claro que estos sujetos no sólo no saben lo que es el consentimiento, sino que disfrutan especialmente del sometimiento de la mujer, de su miedo y su inacción.
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