Nadie que visita Herculano queda indiferente ante la vista que ofrece el interior de los cobertizos de las barcas en la antigua playa. La sobrecogedora imagen de los esqueletos apiñados trasmite el sufrimiento que experimentarían aquellos hombres y mujeres, ricos y pobres, libres y esclavos, cuando les alcanzó la nube ardiente de gas y cenizas que acabó con sus vidas aquella terrible noche del 24 de octubre del 79 d.C.
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