Se habla sobre las “momias vivientes” que se exhiben en algunos monasterios budistas del norte de Japón. Supuestamente, estos cuerpos pertenecen a monjes ascetas que se momificaron a si mismos voluntariamente en busca del nirvana. En la primera etapa, que duraba 1000 días, los monjes debían seguir una dieta especial de nueces y semillas, y seguir un entrenamiento físico riguroso para liberar al cuerpo de su grasa.
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