Para que algo así pudiera suceder en España deberían darse muchas circunstancias. La primera, que la derecha no entendiese la democracia como una serie de valores que tiene interiorizados, sino como unas reglas del juego que le fueron impuestas y que le tocó aceptar. La imagen del franquista Manuel Fraga reprimiendo a sindicalistas al grito de “la calle es mía” poco antes de convertirse en padre de la Constitución explica bien cómo llegó la derecha española a la democracia: igual que llega usted a Vodafone, con una simple portabilidad.
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