Hace poco más de cien años, un artista y ajedrecista francés llamado Marcel Duchamp ponía patas arriba la Sociedad de Artistas Independientes de Nueva York al exhibir su obra «Fuente», la cual consistía en un simple orinal de uso común, que ni siquiera había fabricado él. (...) Estas pocas palabras, aparentemente inocentes, iban a revolucionar el mundo del arte tal y como hasta entonces había sido entendido, influyendo a generaciones enteras de nuevos creadores y señalando un nuevo itinerario para las bellas artes.
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