Había vivido una doble vida: por un lado, ayudaba a las personas en su calle con el trabajo de jardinería, asistía a la iglesia y ayudaba a los inmigrantes con formularios de impuestos sobre la renta. Sin embargo, en la intimidad, se comunicaba con agentes chinos a través de redes sociales y les vendía secretos estadounidenses. Ahora se enfrenta a cadena perpetua: será sentenciado a fines de este mes.
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