Hollywood es una trituradora. Una máquina que encumbra a la misma velocidad que expulsa. Una industria en la que un día eres una estrella y al siguiente un desterrado. Pasa desde siempre, y pasa con especial crueldad con los intérpretes infantiles, que se ponen de moda y protagonizan cuatro éxitos seguidos antes de ser devorados por la fama o condenados al ostracismo. Los ejemplos son varios. Ahí está Macaulay Culkin, que pasó de ser el niño preferido de EEUU a objeto de comentarios y críticas.
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