La situación de entrada era mala. El golpe de la pandemia ha sido peor. Las ayudas para superarlo escasean. Las perspectivas de futuro son pésimas. El coronavirus se ceba con la juventud española, se entienda hasta los 25, los 30 o los 35, lastrada en todo caso por la anterior crisis y que, pese a ser el sector de la población más frágil laboralmente, no cuenta entre los grandes programas de ayuda aprobados durante la pandemia con uno específico para sus necesidades. Y eso que las necesidades son evidentes.
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