Recapitulemos: Irene Montero y el aparato de Podemos en Twitter no sólo han señalado a una persona anónima públicamente en campaña electoral, cosa que sería condenable en cualquier situación, sino que además lo han hecho con suficiente ambigüedad para que una mujer totalmente ajena acabe pagando el pato. Sin dejar de llorar, Esther me dice: “Yo no sé qué hacer, vivo de ese pequeño negocio de casa rural, pago anuncios y por eso aparezco muy arriba en Google. Y me están destrozando, ¡me están destrozando!”
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