El rey emérito se adapta a su rutina de expatriado de lujo en una isla exclusiva del golfo Pérsico, un refugio para potentados, en una mansión de 1050 m2 de vivienda y 4100 m2 de parcela, con playa privada. La estancia de Juan Carlos en el Golfo cuesta decenas de miles de euros mensuales al Ministerio del Interior, a Patrimonio Nacional y a las arcas públicas, pero Juan Carlos no puede volver a España mientras sigan abiertas las investigaciones de la Fiscalía y la Agencia Tributaria, que cada vez se complican y ramifican más.
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