En un primer momento, Laura, de 34 años, era reticente a comprar un bajo. Sentía que su vida podía quedar muy expuesta a pie de calle. En pleno confinamiento, ella y su pareja, Héctor, de 35 años, decidieron “salir de la burbuja del alquiler”. Pagaban mil euros por una vivienda de una habitación en Madrid.
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