Los jóvenes, en definitiva, están financiando con su ahorro obligado el alza del consumo de los mayores, que, pese a ello, mantienen su riqueza gracias a la revalorización de sus activos. El gran mérito de esas generaciones que ya se han jubilado o están a punto de hacerlo no es apretarse el cinturón más que sus descendientes, sino haber llegado al mundo en el momento adecuado. Y, por supuesto, haber sabido aprovechar las oportunidades de un modelo económico que cambió para siempre en los años ochenta.
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