José Castro es un veterano de la carrera judicial aficionado a las motos, un deporte de riesgo que abandonó tras vender la suya al entender que la velocidad conlleva peligros y que ha hecho de su medio de vida una afición, pero sobre todo un servicio a los ciudadanos, con independencia del caso y de las personas implicadas. En sus 34 años como juez no ha concedido ni una entrevista y no realiza declaraciones; y piensa seguir así, aseguran los que conocen a este magistrado que ha tenido que cambiar la moto por a la bici y los paseos.
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