La vida útil de un caballo de carreras es muy corta si se calcula en base a los beneficios que le reporta a su propietario. Después de invertir hasta 70 millones de dólares en su compra –es el caprichoso precio que se pagó por Fusaichi Pegasus, el caballo más caro del mundo -o algo más de un millón de dólares en los circuitos profesionales, los jeques árabes desean obtener la máxima rentabilidad de los pura sangre.
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