«Decidí ir relevando a los dos guardias de fuera para que no estuvieran siempre los mismos». Esta decisión fue motivada por los insultos —«hijos de puta, fascistas, asesinos, con el dedo hacían como que cortaban el cuello, esta noche no salís de aquí...»— y escupitajos. Esa situación se prologó «hasta las tres de la mañana».
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