Consideraba Laclau que la izquierda, si deseaba alcanzar la hegemonía política, debía arrumbar en el desván de las reliquias todo intento de democracia consensual; y, en su lugar, debía suscitar «antagonismos» en la población, sirviéndose de los movimientos y minorías emergentes. Entre tales movimientos, Laclau se refería al feminismo, en el que descubría un inmenso potencial revolucionario, si se sabía azuzar su resentimiento contra las «estructuras de opresión patriarcal».
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