A la intemperie o en almacenes decrépitos, cientos de migrantes tosen, sufren sabañones, sarna y están cubiertos de piojos a causa de las terribles condiciones en las que viven en medio del frío glacial del invierno de Belgrado. Desde el cierre de las fronteras de la Unión Europea (UE) en marzo de 2016, Serbia está bajo presión.
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