Se llama Vidal López Olmo. Es harto probable que al lector ese nombre no le diga nada, pero quizás le dé alguna pista saber que este ingeniero de caminos nacido y criado en Mengíbar, un pueblo a 21 kilómetros de Jaén, es el inventor de un calefactor que tiene, entre sus innumerables virtudes, una durabilidad sin parangón en el mercado y una probada eficiencia, pues consume casi la mitad de energía eléctrica que el habitual radiador de aceite para calentar una habitación del mismo tamaño.
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