Ni España, ni siquiera la Unión Europea, están a la cabeza del desarrollo tecnológico. Y esto, a pesar de que la digitalización y la robotización están ya en el meollo de casi todos los procesos de producción: una gran cantidad de los empleos actuales (y no solo los menos creativos) son susceptibles de ser automatizados. Esto supone una amenaza para los derechos de los trabajadores.
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