Fui un predicador compulsivo de Google, un Googleman que recomendaba confiar en la solidez de Gmail, en su capacidad, visibilidad, redundacia... Despreciaba a quienes no trabajaban en "la nube" de Google y trajinaban con obsoletos pendrives o copias en discos externos. Animé a que los centros escolares usasen única y exclusivamente aplicaciones online de Google. La aciaga noche del 11 de julio mi cuenta había sido inhabilitada, sin más, no temporalmente, sin indicar razón alguna y sin haber recibido aviso previo de ninguna clase.
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