“Le proporcionan al avión un aspecto de vehículo de competición que hace que parezca rápido y le da mucha confianza tanto al piloto que a los pasajeros, que así creen que todo funciona mejor, como cuando subes a un coche que tiene alerones o a una moto que hace mucho ruido”, admite Jeremy Trolley, un ingeniero aeronáutico de Boeing.
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