Yasmine quiere llevar un cuchillo para salir a la calle. Pero no lo lleva. Cree que no servirá de nada si, de nuevo, otro grupo de hombres la rodean para violarla, como le ocurrió en la plaza Tahrir. El primer recuerdo son los gases lacrimógenos. Después, los golpes en la espalda y los cuchillos rasgando sus ropas. “Desde el primer minuto me encontré en mitad de 200 hombres, desnuda e indefensa. Pensó que moriría allí, tirada en el barro de la plaza cairota, perdiendo la cuenta de los hombres que la violaban.
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