Los republicanos que huyeron a Francia tuvieron una inesperada acogida, pues todos los vehículos animales y objetos de valor fueron requisados. Además las familias fueron separadas, los niños ancianos y mujeres fueron dispersados por toda Francia y alojados en albergues improvisados. Peor suerte corrieron los hombres que fueron internados en campos de concentración, que en su mayoría eran inmensas playas rodeadas de alambradas y con tiendas improvisadas como alojamiento.
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