Tras ver cómo los yihadistas arrasaban con más de 4000 manuscritos, algunos de ellos con más de 700 años de antigüedad, Abdel Kader Haidara tomó la decisión de proteger el resto del legado escrito que guardaban en la ciudad de Tombuctú, un legado que había sobrevivido a épocas oscuras, hambrunas, pestes e invasiones. Como académico y fundador de la biblioteca Amma Haidara sabía que tenía que hacer algo antes de que la barbarie alcanzara la ciudad, así que trazó un increíble plan para salvar los manuscritos que les quedaban.
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