Ser pobre es fastidioso. No sólo por la molestia constante y poco reparable de la pobreza misma, sino porque acarrea la sombra de una sospecha permanente. Los pobres son (somos) mala gente, estafadores en potencia, ladrones, defraudadores, impostores. Vivo con un pie en el mundo de los pobres y otro en el de los ricos. Cuando soy pobre, me cachean, me increpan y me tratan de usted, que es la fórmula despectiva del castellano. Cuando soy rico, entro sin que nadie me toque, me ríen los chistes y me tratan de tú, que es la fórmula de respeto.
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