Toda empresa que se precie de un organigrama más o menos complejo y que tenga varios frentes abiertos en distintas líneas de negocio contará en sus filas con el chico de los marrones. Este es el trabajador polivalente, al que encargan todas las tareas que cualquier persona con dos dedos de frente no aceptaría y que sabe que si algo falla será su culpa. Cuando un chico de los marrones decice irse a otra empresa, después de aguantar lo que no está escrito ni en la Wikipedia, comienzan los lloros y lamentos por parte de los jefes de la empresa.
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