La monarquía española no pasa por su mejor momento en cuanto al grado de popularidad entre la ciudadanía. El CIS ha venido a confirmar el desapego cada vez más creciente entre el poder arbitral del Estado que encarna el monarca in gratia Dei y una cada vez mayor número de ciudadanos en los que deberían sustanciarse la centralidad democrática si no fuera porque en la llamada transición no hubo ni redefinición ni distribución de un poder que procedía de conglomerado de intereses del caudillismo y cuyo albacea era Juan Carlos Borbón y Borbón.
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