A mediados de los años 90, en la ciudad de Pittsburgh, un hombre muy bien trajeado atracó un banco a cara descubierta y a plena luz del día. Cuando lo apresaron (y no tardaron ni un día en hacerlo), se mostró muy sorprendido. ¿Cómo me han identificado? –preguntó–. ¡Pero si me embadurné bien la cara con limón! Parece broma, pero es verdad: dos amigos de este señor, que se llamaba Wheeler, le aseguraron que el limón haría desaparecer sus facciones, volviéndolo invisible.
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