Estos depredadores de ahora se gritan los unos a los otros: mira chico, yo también he llegado, y cada día se me ocurre algo más necio. Los de abajo, los desangrados, empezamos a añorar a los clásicos gánsteres. Hay más dignidad en la uña del meñique de un desahuciado que en toda la cúpula que nos aniebla.
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