Que existan realidades distintas de inclinación sexual no es una cuestión de opinión. Seguir insistiendo, como lo hace la Iglesia Católica, que en la naturaleza sólo caben dos formas de sexualidad (la masculina y la femenina) es reducir la esencia del hombre a la genitalidad, cuando precisamente lo que distingue al ser humano de los animales no es el sexo sino su inteligencia o su corazón.
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