Al salir de un bar, me acordaba del Titanic, que era insumergible, y de los mil y pico gilipollas que se ahogaron en él con cara de asombro, como diciendo: esto no puede pasarme a mí. Cielos. No estaba previsto. Mientras me alejaba, pensé más cosas. En cómo nos gusta apretar un botón y tener la vida resuelta. En los peligrosos atajos suicidas por donde nos deslizamos sin vuelta atrás, por la cuerda floja...
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