Estaba sentado en una sala de espera del hospital Royal Free en Londres, conversando con los médicos en su inglés limitado. El vendedor callejero de Lagos, Nigeria, de 21 años, había venido a Reino Unido hace pocos días, gracias a, según le habían dicho, “una oportunidad que le iba a cambiar la vida”. Él pensó que iba a tener un mejor trabajo. Pero ahora los médicos le estaban hablando de los riesgos de la operación y de que necesitaría cuidados médicos toda su vida.
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