(...) La pasajera había muerto. (...) murió en algún momento después de facturar. Como tenían su tarjeta de embarque en la mano, la angustiada familia pensó que seguiría intentando embarcarla en el vuelo. Sin un certificado formal de defunción, el pasajero no podía considerarse legalmente muerto. Y la ley estadounidense obliga a las aerolíneas a acomodar a sus pasajeros con billete y facturados (...). En resumen: todavía podía volar. Pero no antes de que su cuerpo fuera revisado en busca de contrabando, armas o explosivos.
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