La mejor forma de representar los problemas de la producción artesanal frente a la fabricación en serie es contando la historia de un simple tornillo. La historia se remonta a la década de 1860, cuando un tal William Sellers, que era el ingeniero mecánico más prestigioso de la época, se embarcó en una campaña para lograr que Estados Unidos adoptara un sistema normalizado de roscas (concretamente el sistema que él mismo había inventado, vaya).
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