El poder del cine es espectacular. Su papel histórico para moldear conciencias ha ido intrínsecamente ligado a una opción de ocio tremendamente popular en los países occidentales desde los años veinte y treinta del siglo pasado. El poder de la imagen le otorgaba una ventaja fundamental sobre la radio, por lo que rápidamente algunos Gobiernos tomaron conciencia de los beneficios que se podían obtener de su instrumentalización política. Estados Unidos comenzó a tomar buena nota de aquello en los años previos a su entrada en la II Guerra Mundial.
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